La historia de la piedra grabada que dejó el cura Alberto de Agostini
El sacerdote salesiano pasó año el Año Nuevo entre 1931 y 1932 a la vera del Lago Viedma. Allí dejó un mensaje grabado en una enorme piedra hace casi 100 años, en un recóndito lugar del Parque Nacional Los Glaciares. Al mensaje lo halló el guía de montaña Steffen Welsch en una de sus expediciones científicas al parque nacional.
De Agostini, fotógrafo, cartógrafo e incansable explorador recorrió la Patagonia argentina y chilena por más de 50 años y dejó un legado de crónicas e impresionantes fotografías para la humanidad. Sus textos y sus imágenes aún hoy tienen valor histórico y científico, como aquellas fotografías que permiten comparar el enorme retroceso que sufrieron los glaciares patagónicos.
El sacerdote salesiano pasó año el Año Nuevo entre 1931 y 1932 a la vera del Lago Viedma. En su libro Andes Patagónicos, se puede reconstruir como un diario de viaje los detalles de sus peripecias, los hallazgos que tenía cada día y sobre todo apreciar su exquisita pluma al describir la Patagonia. Ese verano, durante 20 días recorrió el glaciar Viedma, trasladó allí una estación meteorológica, tomó fotos y dejó información valiosísima de la zona. Recién en 1937, el gobierno argentino crearía en la zona el Parque Nacional Los Glaciares.
En una de las expediciones que realizó Steffen Welsch a la zona, para relevar información científica sobre el retroceso de los glaciares que llevan adelante los científicos Pedro Skvarca de Argentina y Masahiro Minowa de Japón, se encontró con el bloque errático en el cual De Agostini dejó su huella grabada en la piedra. Allí, en un promontorio ubicado en la margen este del glaciar Vidma, hace varios años Skvarca y Masahiro instalaron una estación meteorológica donde reúnen información y a la que visitan una vez al año para recopilar datos.
"Llegamos a la misma playita donde desembarcó el 20 de diciembre de 1931 Alberto De Agostini para estudiar la zona limítrofe, los glaciares y hasta recabar información sobre el clima ya que instaló una estación meteorológica por los días que estuvo", detalló Welsch, quien conoce la zona. Para llegar hasta el promontorio cruzaron el Lago Viedma en un zodiac que pertenece al proyecto de investigación desde Bahía Túnel. El Viedma, con 900 metros de profundidad, es el lago más profundo de América y el quinto del mundo, el mismo que De Agostini cruzara en un precario bote hace casi 100 años.
"Este es un lugar único, la piedra con su nombre es un registro de la historia que merece ser identificado y resguardado para la posteridad. Creo que es de gran importancia que este lugar sea destacado dentro del Parque Nacional como un lugar histórico", detalló el guía de montaña, quien asiste a expediciones científicas que llegan a la región.
De acuerdo a la reconstrucción de sus viajes el enorme bloque errático de granítico se encuentra cerca de la playa sobre el Lago Viedma en la que el cura salesiano junto a un guía desembarcaron con sus equipos de viaje y fotográfico. Durante ese fin de año, cinco días estuvieron atravesados por el mal clima que les complicaba poder dejar el campamento para recorrer la zona, según dejó asentado en su diario de viaje.
Desde ese mismo promontorio, De Agostini también dejó un registro histórico del glaciar Viedma con su cámara, que en los últimos 90 años, de acuerdo a datos científicos, retrocedió 5 kilómetros, aunque el mayor retroceso se registró a partir de 2014 de manera muy acelerada. Welsch repitió la foto desde un lugar similar al De Agostini donde se demuestra el retroceso atroz del glaciar Viedma.
En Andes Patagónicos, De Agostini hizo un registro de sus expediciones en la Patagonia Austral tanto argentina como chilena, que recorrió durante 60 años como parte de su misión salesiana donde la combinó con su amor piamontés por las montañas y su profunda curiosidad y dedicación a los temas limítrofes y científicos. De esos días de diciembre de 1931, De Agostini describe así al glaciar Viedma:
"La inmensa corriente de hielos se desliza resbalando lentamente hacia el abismo como empujada por una fuerza misteriosa y con breves intervalos descarga en el lago sus torres y minaretes de alabastro, ya con detonaciones secas y potentes como la explosión de una mina, ya prolongadas, como el tronar de baterías enteras de cañones. Seguimos el desmoronamiento de ese fantástico castillo con el más vivo interés. Una leve crepitación que sale de las entrañas del glaciar, seguida por un ruido metálico, cortado como tiro de fusil, no es sino el grito de alarma de un centinela; luego, de improviso, empieza el tableteo de las ametralladoras y el tronar del cañón, una verdadera y furiosa batalla, mientras desde las formidables paredes se precipitan sobre las aguas masas pequeñas y grandes de hielo levantando olas gigantescas que van a quebrarse sobre las escolleras vecinas, arrastrando enormes bloques de hielo".
El sacerdote salesiano transitó los senderos de una Patagonia que en aquellos tiempos era desconocida, y documentó todo en sus notas y con su cámara. Su legado impresiona: dejó una veintena de libros con sus diarios y guías de viaje (Guía Turística de Magallanes y Canales Fueguinos, Guía Turística de los Lagos Argentinos y Tierra del Fuego), crónicas varias, artículos y ensayos en diarios y revistas en Italia, la Argentina y Chile. También la película Tierras Magallánicas.
Fue un visionario, su pasión lo llevó a descubrir fiordos y montañas y realizó sus recorridos acompañados por gauchos, baquianos y guías locales, cuyos nombres quedaron también registrados en sus notas. Fuente lanacion.com.ar