"Sacarme una foto a mí es como pegarme un tiro": la frase de Yabrán que condenó a Cabezas
Hasta 1996 nadie en el país conocía el rostro del empresario propietario de OCA. La instantánea que le tomó el reportero gráfico sacó a la luz lo más oscuro de la época menemista.
"Sacarme a mí es como pegarme un tiro en la frente. Ni los servicios de inteligencia tienen una foto mía". La frase podría formar parte de un film de gánsters y mafiosos, pero fue lanzada por Alfredo Yabrán en una entrevista a la revista Noticias, en la previa de la temporada de verano de 1996. Meses después, el reportero gráfico José Luis Cabezas conseguiría retratar en Pinamar al propietario de la empresa OCA, sin saber que esa imagen le costaría la vida y marcaría para siempre la historia del periodismo argentino.
Yabrán no era un nombre del poder; era el poder. Su nombre ya era conocido cuando el entonces ministro de Economía, Domingo Cavallo, denunció en la Cámara de Diputados que, "el cartero", como se lo conocía informalmente al dueño de OCA, "lideraba una mafia enquistada en el poder". Tras reconocer que nadie conocía -o decía conocer- al misterioso empresario, el creador de la convertibilidad esgrimió: "¡Nadie lo conoce! ¡pero él si va a conocer todas las pruebas que tenemos!
"El cartero" era un fantasma. Y deseaba continuar siéndolo. La razón era bastante obvia; Yabrán lavaba dinero del narcotráfico y el tráfico ilegal de armas a través de sus empresas. Ese esquema incluía la supervisión total de la salida y el ingreso de bienes a la República Argentina. Pavada de negocio. Sus tentáculos empresariales abarcaban el transporte, los servicios aeroportuarios, la impresión de dinero y hasta el manejo informático de la Lotería Nacional.
La emblemática revista periodística publicó la foto de Yabrán con el torso desnudo en marzo de 1996. Yabrán nunca perdonó tal "ofensa" y juró vengarse, como finalmente pudo comprobar la Justicia.
"Con su foto, José Luis logró ponerle rostro al personaje más oscuro y poderoso de los años 90. Con esa foto reveló muchos de los secretos que el poder no quería que salieran a la luz", señalaría tras la muerte de Cabezas, Gabriel Michi.
El asesinato de José Luis Cabezas convulsionó a la sociedad, pero también a la política. En ese entonces, el entonces presidente de la Nación Carlos Menem y el gobernador de la provincia de Buenos Aires, Eduardo Duhalde, no ocultaban la pelea que tenía enfrentados desde hace tiempo. En ese contexto, surgió una hipótesis: el crimen del reportero gráfico fue un mensaje para Duhalde.
Tiempo después, el gobernador bonaerense desmintió tal versión ante el diario Página 12. "El asesinato de José Luis Cabezas no fue un mensaje para mí sino para los periodistas. La gente de Yabrán quería que los periodistas le tuvieran miedo. Y además, yo no encubrí a la Policía Bonaerense. La prueba es que el principal condenado, Gustavo Prellezo, está preso. Y él no era un ranger norteamericano, era de la Bonaerense. Se me cayó el alma al piso cuando me enteré de que un hombre de la policía intervino en el crimen", señaló. Creer o reventar.
El crimen
El 24 de enero 1997, José Luis Cabezas y el periodista Gabriel Michi asistieron a una fiesta que ofrecía el empresario Oscar Andreani. Estaban cubriendo la temporada de verano en Pinamar. Un año antes, el reportero gráfico había logrado lo que el resto del periodismo no pudo: fotografiar al enigmático empresario, Alfredo Yabrán.
Esa noche, Michi se fue del lugar a las cuatro de la madrugada y Cabezas se quedó hasta las cinco, cuando decidió retirarse en el Ford fiesta que la dupla utilizaba para trabajar. En el camino, fue secuestrado por cinco hombres que lo llevaron a las afueras de la ciudad balnearia, aproximadamente a la altura del kilómetro 385 de la ruta 11.
Los investigadores determinarían que la banda estaba encabezada por el ex comisario de la Policía Bonaerense, Gustavo Prellezo, quien contrató a "Los Horneros", un grupo de delincuentes compuesto por José Luis Auge, Horacio Braga, Sergio González y Héctor Retana.
La nómina de personas que participaron activamente en la muerte de Cabezas la completan otros policías de la Costa Atlántica: Sergio Cammaratta, de Valeria del Mar; y Aníbal Luna, de Pinamar; mientras que Alberto "La Liebre" Gómez, comisario de esa última localidad balnearia, liberó la zona.
Tras ser secuestrado, el reportero gráfico fue esposado, golpeado salvajemente y obligado a arrodillarse. Minutos después, lo asesinaron con dos disparos en la nunca. Su cadáver fue encontrado al día siguiente. Lo habían incinerado y su reloj marcaba las 5:43, hora en que las agujas se detuvieron para siempre.