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Una sobrina desde Santa Cruz ayudó a rescatar a su tío del horror: era víctima de esclavitud y violencia extrema

Carlos Valero, oficial de la Comisaría de Paso de Indios (Chubut), detectó una silueta encapuchada caminando con dificultad. Era José, un vecino de 74 años, desnutrido y golpeado, que logró contar su calvario: vivía encerrado y sometido por Marta Caucamán y su hijo Juan Ovejero. El caso derivó en una investigación judicial que reveló una trama de abuso sistemático a adultos mayores, con al menos cinco víctimas. Madre e hijo fueron detenidos y enfrentan cargos graves.

Redacción Nuevo Día
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El caso comenzó con una caminata silenciosa. Carlos Valero, oficial de la Comisaría de Paso de Indios, notó a un hombre encapuchado que caminaba con dificultad, casi escondiéndose. Se acercó y lo reconoció: era José, un hombre de 74 años, de baja estatura y conocido por todos. Hacía mucho que no lo veía y lo encontró visiblemente deteriorado. "Me vine a hacer un mandado y si no vuelvo, Marta me va a castigar", le dijo el anciano. Ante esa frase, el policía lo convenció de ir a la comisaría.

Ya en la oficina, José, aún con la capucha puesta, rompió el silencio. "Si usted me promete que no me hace volver más, yo cuento todo", dijo antes de relatar su horror: estaba encerrado, golpeado y llevaba dos días sin comer. El director del hospital lo revisó: pesaba apenas 40 kilos, presentaba signos de desnutrición y múltiples heridas. José acusó directamente a Marta Caucamán y su hijo Juan Ovejero: "No me dan de comer, me pegan".

El caso tomó vuelo. A las pocas horas, Marta llegó a la Comisaría alterada. Se enojó al saber del rescate, tiró violentamente documentos y pertenencias de José, y se fue. Pero no era la primera vez que surgían señales de alarma. En enero de 2023, una sobrina de José que vive en Santa Cruz había viajado al enterarse de que su tío estaba en una situación de sometimiento. Lo buscó, lo encontró, y aunque notó sus moretones, él le rogó que no se acercara más a la casa de Marta. "Quedate tranquila y andá, yo estoy bien", le decía. Pero solo podía verlo a escondidas y por breves momentos.

La fiscal Mariana Millapi, a cargo de la causa, reconstruyó una historia de engaño y manipulación. Todo comenzó con una supuesta venta de auto por parte del hijo de Marta, que nunca se concretó. Luego, Marta se ofreció a acompañarlo a un chequeo médico en Esquel, y en esa ciudad lo obligaron a sacar el primero de varios préstamos. De vuelta en el pueblo, su casa ya había sido vendida. Marta le ofreció un lugar en el fondo de su patio, pero lo despojaron de todo. Su vida se convirtió en un infierno: golpes, encierro, tareas forzadas, maltrato psicológico. Incluso lo obligaban a arrodillarse por horas sobre piedras y lo tenían bajo estricta vigilancia.

"Acá la jefa soy yo y vos no tenés derecho a nada", le repetía Marta. José fue completamente sometido, un rasgo común en este tipo de delitos, explicaron los investigadores. Lo obligaban a cobrar su jubilación, pero nunca veía el dinero. En redes sociales, Marta y su hijo exhibían fotos con billetes y objetos comprados con su plata.

Apenas tres meses después del rescate de José, apareció otra víctima: Luis, un viudo de 56 años de El Bolsón. Marta lo contactó por Facebook y lo convenció de mudarse a Paso de Indios. Vendió su casa por 50 mil pesos, pero apenas llegó, comenzaron los golpes. Logró enviar un audio de auxilio a un familiar antes de que le sacaran el celular. Otra vez, Valero intervino y lo rescató. "¿Lo puedo abrazar?", le preguntó llorando al policía. Había sido golpeado y teñido para ocultar su identidad.

La investigación se amplió. Se identificaron al menos cinco víctimas, y otras dos posibles. Todas personas mayores, con escasa formación, fácilmente manipulables. En los allanamientos hallaron recibos, documentos de cesión y papeles firmados con huellas dactilares. Marta y su hijo están detenidos y enfrentan un proceso judicial que, según la fiscal, "no tendrá salida alternativa". Se trata de una megacausa que podría marcar un precedente.

Mientras tanto, José logró reunirse con su sobrina en Santa Cruz, y sueña con volver a su pueblo y recuperar su casa. Marta Caucamán, según se investiga, habría sido empleada municipal a cargo de talleres para adultos mayores, lo que profundiza la gravedad de los hechos. Para la fiscal Millapi, "estas situaciones no pueden volver a pasar" y llamó a la comunidad a dar testimonio para erradicar estas prácticas abusivas. "Lo domaron de la manera más salvaje y contraria a la dignidad humana", sintetizó.

Con información de Jornada

 *Por el carácter del delito y a modo de protección, se resguardó el nombre real de las víctimas.  

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