Guerra De Malvinas

La historia del mochilero de Nueva Zelanda que detenido en Santa Cruz durante la guerra de Malvinas

Mientras que las fuerzas británicas trataban de discernir qué sucedía en la Patagonia (especialmente en las bases aéreas) durante el conflicto por Malvinas en 1982, desde la Argentina se buscaba impedirlo.

Es evidente que los británicos contaron con una serie de medios a su disposición para obtener esa información, siendo la más importante la escucha de las comunicaciones argentinas, aun las que se transmitían en clave. Pero, ciertamente, parte de la información que necesitaban no podía obtenerse de esa forma, ni por satélites (que tomaban imágenes o analizaban el espectro electromagnético), ni a través de radares en Chile, ni de ninguna otra forma.



Necesitaban tener a alguien allí, en el continente. Así, los británicos aproximadamente desde fines de mayo montaron sobre las bases aéreas argentinas de Río Grande, Río Gallegos y Comodoro Rivadavia una operación de vigilancia.



Espías en el continente



Quién estuvo allí para reportar los despegues, cómo llegó o se fue sigue siendo un misterio. El archivo sobre esta operación militar (de nombre clave, Operación Shutter - “obturador”, en castellano), estaba previsto para su apertura el 1° de enero de 2023, tras 40 años de permanecer reservados por el gobierno británico. Al cumplirse esa fecha, lo único que sucedió fue la inclusión de la leyenda “este registro está cerrado mientras se revisa el acceso”. Solo pequeños detalles o una simple mención al nombre de la operación se filtraron a lo largo de los años en otros documentos.





Sin embargo, sabemos que “alguien desde algún lugar”, reportaba los despegues de los aviones argentinos y, con esa alerta temprana, la flota contaría con unos cuarenta minutos para prepararse para el ataque. La referencia “Shutter” continuó apareciendo en documentos aún meses después de finalizadas las hostilidades.



Por su parte, los mandos argentinos evaluaron que era esperable que fuerzas especiales británicas pudieran realizar golpes de mano en objetivos militares en el sur, o que rondaran a las principales bases aéreas. Ya desde el 10 de abril, el Plan de Campaña Esquemático N°1 del Teatro de Operaciones Sur (TOS) “Vigilancia y Defensa del Litoral Marítimo”, establecía como “Capacidad N°1? de las fuerzas británicas, la de “Ejecutar golpes de mano y sabotaje a partir de este momento, mediante el desembarco de comandos y/o buzos tácticos sobre personal e instalaciones”.



Por ello, la principal hipótesis de trabajo de la contrainteligencia argentina fue capturar a esos saboteadores o comandos. En el marco de la guerra, cualquier extranjero, aún cuando estuviera viviendo en Argentina desde hacía un tiempo, era sospechoso.



El 1° de mayo (el mismo día que los británicos bombardeaban la pista de Puerto Argentino y se esfumaba cualquier negociación de paz), el Comandante de la Brigada de Infantería Mecanizada XI, General de Brigada Oscar Enrique Guerrero, con puesto de mando en Río Gallegos, había remitido nota escrita al Jefe de la Policía de Santa Cruz, instruyendo sobre la adopción de medidas concretas para el “estricto control de hoteles y pensiones en toda la jurisdicción de la provincia, a fin de detectar, localizar, identificar y eventualmente reprimir, personas y/o grupos de personas que pudieran atentar contra la seguridad de la Fuerza y/o población”. La orden prosigue: “Informará de inmediato a este Comando de Brigada de cualquier anormalidad que se detecte y diariamente a las 1000 Hs, producirá un informe de las actividades ejecutadas por localidad y cantidad de personas identificadas”.



La ciudad patagónica militarizada



Río Gallegos era la ciudad más relevante del sur continental, así como desde las bases aéreas cercanas operaban aviones de la Fuerza Aérea y del Comando de Aviación Naval. Para 1982 era una ciudad pequeña, donde todos se conocían. El “Verano Caliente” de 1978 durante la disputa por el Canal de Beagle con Chile, había adiestrado a la población en la adopción de medidas de Defensa Civil y oscurecimientos, que comenzaron a implementarse nuevamente apenas concluyó la jornada misma de la recuperación de las islas Malvinas. En poco tiempo, la inminencia de las hostilidades llenó la ciudad de militares, personal civil de apoyo, periodistas y, por supuesto, espías.



Muchos de ellos se dejaban ver por el bar del Hotel Santa Cruz, el cual alojaba, entre otros, a los pilotos de caza de la V Brigada Aérea (los alojamientos de la base aérea estaban saturados). El bar del hotel se había convertido en una suerte de “Café de Rick”, pero lejos de Casablanca y sin Humphrey Bogart.



El 17 de mayo de 1982, un Coronel del Ejército Argentino decidió realizar en el hotel una cena de camaradería con sus oficiales y los periodistas acreditados. En la misma, por motivos desconocidos, un oficial inventó para una periodista que habían capturado a siete comandos británicos el día anterior y que los tenían prisioneros. Como prueba, mostró un cuchillo de caza, que dijo que era de uno de ellos. Antes de que terminara la comida, la infidencia ya había llegado hasta Buenos Aires.



El escándalo fue mayúsculo cuando el General Guerrero fue despertado al día siguiente por llamados de la superioridad para felicitarlo. Realmente, no tenía la menor idea de lo que le hablaban y que sus fuerzas hubieran capturado a alguien, o que la novedad hubiera ocurrido en absoluto.



Para alimentar la tensión reinante, ese mismo día 18, la agencia de noticias AFP difundió una nota acerca de un “plan maestro para atacar aeropuertos en el continente”, y sobre el final del día, el Destacamento de Inteligencia 181 (de Bahía Blanca), informaba a sus superiores sobre reportes de un helicóptero misterioso sobrevolando San Julián a las 23 horas, mientras que dejaba constancia que otro había aterrizado en la madrugada al norte de Cabo Domingo (en la Isla Grande de Tierra del Fuego) y, poco después, levantado vuelo hacia el Oeste.



El continente, en peligro



En relación a la última parte del informe, efectivamente a las 04:10 de la madrugada del día 18, el destructor ARA BOUCHARD, había reportado la detección de un helicóptero al Azimut 335 grados, a 11 millas de distancia, que ingresaba desde el mar hacia Tierra del Fuego. El helicóptero permaneció suspendido durante tres minutos, aterrizando por cinco minutos al sur de Estancia La Sara. A las 04:23 horas, despegó alejándose hacia la frontera con Chile, con rumbo 270/300.



Si el 18 de mayo había traído suspicacias para los mandos argentinos, el 19 fue peor. En un matutino de circulación nacional, bajo el título “¿Siete capturados?”, se publica la noticia de la captura de siete efectivos británicos “en territorio continental, en proximidades de la ciudad de Río Gallegos, según trascendió en la víspera de fuentes militares responsables”. Sin embargo, semejante novedad, merecedora de una primera plana, quedó confinada a la página 18 del diario. La información compartida durante la cena ahora cobraba vida pública más allá de las paredes del salón comedor del hotel Santa Cruz.



Más aún, al día siguiente llegó el parte del agregado militar argentino en Chile, informando sobre la reunión del Canciller René Rojas Galdanes y el embajador argentino en Santiago, para anticipar el informe que se enviaría a la Cancillería argentina por vía diplomática formal, sobre un helicóptero Sea King británico que había sido encontrado incendiado en la Bahía Agua Fresca, a 27 kilómetros al sur de Punta Arenas (Chile). Eso situaba el incidente, a unos 300 kilómetros (por tierra) de Río Gallegos. Es decir, se confirmaba que el helicóptero que había atravesado Tierra del Fuego en la madrugada del 18, no había sido una falsa alarma. El agregado militar finaliza su informe advirtiendo que “Yo le transmito urgente esa información por las medidas que habría que adoptar en lo que respecta a nuestras fuerzas en el Sur, porque la apreciación que hace la FACH [Fuerza Aérea de Chile] es de que el helicóptero no fue por el Estrecho de Magallanes sino que cruzó por arriba Tierra del Fuego y probablemente por fallas técnicas o por falta de combustible aterrizó en esa zona”.



La Jefatura de Inteligencia de la Armada había evaluado la situación. Por mensaje O-201952 informó al Comandante del Teatro de Operaciones del Atlántico Sur (TOAS), que “se aprecia helicóptero hallado proximidades Punta Arenas habría decolado unidad británica proximidades Malvinas, producido probable desembarco comandos en Isla Grande Tierra del Fuego y posteriormente intencionalmente destruido al alcanzar punto favorable evasión tripulación”.



Si bien la noticia de la captura de comandos británicos fue rápidamente desmentida por el Secretario de Comunicación de la Presidencia de la Nación en la Sala de Prensa de la Casa Rosada, con la información concreta de la detección de un helicóptero que desciende unos minutos en tierra y se dirige hacia Chile, lo que además resultó confirmado por las autoridades chilenas (y el día 21 de mayo aparecía también en diarios londinenses) ahora existía la posibilidad más que cierta de que hubiera comandos británicos operando en el continente, llevando a estrechar aún más los controles de movimientos sospechosos.



Con tantos espías, ciertos o irreales (posiblemente nunca sabremos si alguno de los tantos ciudadanos chilenos y de otros países expulsados del sur de Argentina en esos momentos lo fueron), a fines de mayo, las fuerzas argentinas notaron a dos personas, en la lejanía, que parecían dar vueltas sobre la BAM (Base Aérea Militar) Río Gallegos. Si bien se los intentó capturar para interrogarlos, no lograron hacerlo. Pero se recordó que John O´Neil, un ciudadano neozelandés, estaba hospedado en la ciudad y, por ello, fueron a buscarlo.



El testimonio del mochilero detenido



Sin embargo, al llegar al alojamiento, descubrieron que ya se había marchado, por lo cual, luego de dar la alerta, fue capturado por personal del Escuadrón 43 de la Gendarmería Nacional en Río Turbio, próximo a cruzar a Chile, el 7 de junio de 1982.



Por primera vez, y en primera persona, esta es la historia del mochilero John O´Neil, entonces de 28 años y que se encontraba dando vueltas por el mundo desde hacía varios años, que fue detenido al ser confundido con un comando británico en el marco de un conflicto armado. No es la única historia de personas confundidas con espías, pero representa, en este corto relato, a todas ellas.



“Al principio me detuvieron en Puerto Madryn cuando me dirigía al sur y me interrogaron durante unas tres horas. Les dije lo que querían oír: ´Las Malvinas son Argentinas´. Me dijeron que no podía continuar, pero entonces un joven policía me dijo que esperara mientras hablaba con su superior. Unos minutos más tarde me dijeron que podía seguir hacia el sur siempre que no sacara fotos. Comprobaron mi pasaporte y tomaron nota de mis datos. La policía llamó a mi puerta a los 20 minutos de mi llegada al hotel en Río Gallegos”, explicó el O´Neil en su declaración.



“Cuando salí de Gallegos y estaba en el micro para cruzar a Chile, me detuvieron y me llevaron a una base militar cerca de Río Turbio, donde estuve retenido dos días. Me dijeron que me iban a soltar en la frontera, pero en lugar de eso me metieron en la parte trasera de una ambulancia y me llevaron al aeropuerto. En ese momento empecé a tener miedo porque sabía que tiraban a la gente de los aviones. Sin embargo, también había civiles embarcando, así que me sentí un poco más seguro. Me llevaron de vuelta a Río Gallegos, donde conocí a un tipo bajo y arrogante que se hacía llamar “el cazador de espías”. Fue el único que mostró agresividad hacia mí. Me llevaron a la prisión, me dijeron que esperara en el coche y luego me llevaron al calabozo de una comisaría, prosiguió el mochilero.



“Ya había pasado unos 10 meses viajando por América Central y del Sur y llevaba diarios y fotografías de mis viajes, así que no me preocupaba mucho que pudieran considerarme un espía. Había aceptado los riesgos de viajar por Argentina y anteriormente había atravesado varias zonas en conflicto. Mientras estaba en la celda pude oír que se hacían llamadas a varios países para comprobar mis visados y que yo había estado allí. Sólo me encerraban en las celdas por la noche, cuando traían sobre todo a chilenos para interrogarlos”, sostuvo ante el interrogatorio militar.



“Después de tres o cuatro días fui interrogado por un joven que supuse que era de la inteligencia naval, ya que llevaba un jersey negro con parches de cuero en los hombros. Hablaba con acento británico y cuando le pregunté cuánto tiempo llevaba viviendo en Inglaterra me dijo que sólo había estado allí una vez”, dijo el neocelandés.



“Me preguntaron si era piloto de helicópteros o si había pertenecido al ejército británico. Me preguntaron concretamente si era miembro de los Special Boat Services. En aquel momento no conocía el SBS, pero sí el SAS, ya que había trabajado con un antiguo miembro. También sabía de la incursión abortada en Río Grande un par de semanas antes para destruir los misiles Exocet, así que supuse que estaba relacionado con eso. Me dijeron que habían capturado a ocho comandos del SBS en una incursión en Río Gallegos. La entrevista fue muy cortés y respondí a todas sus preguntas”, finalizó.



“Al día siguiente de terminar la guerra, me dijeron que me llevarían hasta la frontera chilena. Lamentablemente, mi visado había caducado dos días antes y cuando dije que podía conseguir otro en el consulado, me dijeron que si salía a la calle, me fusilarían. Me fui a Buenos Aires por mi cuenta”, finalizó la declaración del mochilero que habían confundido con un comando inglés en la Patagonia.



Fuente: infobae.com


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