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Identidad demorada: madre reclama fallo al juez Cappa tras ADN positivo

En Río Gallegos, una madre denuncia la demora de más de dos años en una causa de filiación. Pese a que el examen de ADN dio positivo y confirma la paternidad, el juez Luis Cappa aún no dictó sentencia. El caso visibiliza los vacíos legales y la falta de perspectiva en procesos que afectan el derecho a la identidad de las infancias.

Redacción Nuevo Día
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En Argentina, la identidad es un derecho humano esencial. Sin embargo, para una niña de Río Gallegos, ese derecho permanece postergado por decisión judicial. Su madre lleva más de dos años luchando en tribunales para que se reconozca la filiación paterna, pese a contar con prueba genética que lo confirma. El caso está en manos del juez Luis Cappa, quien -a pesar del resultado positivo del ADN- aún no ha dictado sentencia.

"Esta es la historia de una niña que, a pesar de contar con pruebas claras de su filiación, aún espera que la Justicia haga lo que debe: reconocer su identidad", relata su madre, en una declaración cargada de dolor y determinación.

La historia comenzó durante la pandemia. "En agosto de 2022 me comuniqué con la Dra. D'Amico con un pedido urgente: que representara los derechos de mi hija, que entonces tenía apenas un año y nueve meses. Le conté que su padre se negaba a reconocerla y que, durante la pandemia, me había abandonado por completo, aun sabiendo que me encontraba en una situación de extrema vulnerabilidad: sin trabajo, sin obra social y criando sola a una beba".

Reconocimiento verbal, pero ninguna acción
La abogada aceptó el caso y tomó contacto con el progenitor. Según cuenta la mujer, en un principio el hombre reconoció verbalmente a la niña y ofreció frenar la demanda judicial a cambio de una cuota alimentaria del 10 %. "No aceptamos", afirma. "La Dra. D'Amico continuó el diálogo mediante mensajes de WhatsApp y audios, donde él reiteradamente aseguraba que iría a reconocerla. Pero jamás se presentó. Con el tiempo comprendimos que su única intención era dilatar el proceso judicial".

El inicio formal y la resistencia del sistema
En noviembre de ese año iniciaron formalmente la demanda. "Presentamos los audios y mensajes como prueba de que él mismo admitía la paternidad. A partir de allí comenzó una verdadera odisea judicial, marcada por demoras, evasivas y la ausencia de herramientas legales eficaces".

Gracias a la insistencia legal, lograron una cuota alimentaria provisoria y el alta en la obra social, necesaria por la condición médica de la niña. "Nada de esto fue sencillo: no contábamos con la muestra de ADN. La obra social se negaba a darle el alta, pese a contar con la orden del juez y del defensor del menor. Argumentaban que el padre debía presentarse con la documentación de la niña y firmar el alta. Parecía una burla más: si hay una demanda de filiación es precisamente porque el padre no quiere hacerse cargo, mucho menos firmar una afiliación".

Trámites imposibles y lucha por lo obvio
Relata que lograr el alta implicó múltiples escritos, reuniones, y hasta la presencia directa de la abogada en las oficinas. "Finalmente lo conseguimos, aunque con trabas. La obra social insistía en que debía comunicarme con el padre para cualquier trámite. Fue otra lucha hacerles entender que eso no era posible. Una vez más, se nos exigía explicar lo obvio: estábamos ante un juicio de filiación".

El gran obstáculo: el ADN
Pero el gran obstáculo seguía siendo el ADN. "El mayor obstáculo seguía siendo lograr que el padre se presentara a realizarse la prueba genética. La ley argentina no contempla mecanismos coercitivos para obligar a un hombre a hacerse un examen de ADN. Y él, sabiéndolo, faltaba a cada cita en el laboratorio".

La madre recuerda que no presentaba excusas formales ni certificados. "A pesar de ello, el juez no tomaba medidas concretas. Solo volvía a notificarlo con mensajes que rozaban el sarcasmo: ‘Que la próxima vez no falte. Que avise si no puede ir'. Y así pasaron los años".

Ausencias impunes y una niña sin apellido
"Dos años de ausencias, de faltas sin consecuencias, de notificaciones vacías. Mientras tanto, mi hija seguía creciendo sin el derecho básico de tener un apellido, una identidad".

Investigando otros casos, la mujer descubrió que hay jueces que, ante la negativa reiterada a realizarse el ADN, asumen la filiación como reconocida. Pero en su causa, el juez Cappa optó por esperar. "Aguardaba, según sus palabras, que el padre se presentara voluntariamente. Una paradoja absurda: si estamos en juicio es precisamente porque no hay voluntad".

El padre accede, el ADN confirma... pero no hay sentencia
Ante esa inacción, solicitaron una medida excepcional: la exhumación de los abuelos paternos para obtener material genético. Fue entonces que, ante la inminencia de una decisión más severa, el padre accedió finalmente a hacerse el examen. "El resultado fue positivo. El laboratorio notificó de inmediato al juez y, en noviembre de 2024, tanto la Dra. D'Amico como el defensor Godoy presentaron escritos solicitando la sentencia".

Pero la respuesta nunca llegó. "A pesar del resultado que confirma la filiación, hoy, 9 de abril de 2025, seguimos esperando. La sentencia duerme en un cajón del despacho del juez Cappa. Lo que para él puede ser un expediente más, para mi hija representa su historia, su derecho a saber quién es".

Falta de empatía y perspectiva de género
La madre también denuncia la falta de perspectiva del juzgado. "Desde el inicio, el juez Cappa no mostró empatía. Ordenó la extracción de muestras a los tres juntos -madre, padre e hija- sin considerar que exponía a la niña a un desconocido que no quería saber nada de ella".

"Perdonó cada inasistencia injustificada del padre. No le importó que mi hija fuera al laboratorio más de una vez a esperar, ni pensó en las preguntas que una niña puede hacerse en un lugar así".

A pesar de todo, cumplieron con cada indicación judicial. "Nos presentamos siempre. El juez Cappa tuvo durante más de dos años inasistencias suficientes para dictar sentencia. Pero eligió dilatar".

Una deuda con la infancia
"Mi hija, en el medio, fue creciendo. Al principio no preguntaba por qué íbamos al laboratorio; luego, comenzó a hacerlo".

Finalmente, lograron que las muestras se tomaran por separado. "Si no hubiéramos insistido, no tendríamos prueba genética. La orden judicial indicaba que si uno no se presentaba, no se tomaba muestra a nadie".

"Hoy mi hija tiene un nombre, un número de documento, una prueba de ADN. Pero aún no tiene el respaldo de un juez que firme su verdad".

El testimonio de esta madre interpela al sistema judicial santacruceño. "Esta verdad que hoy decido contar no es solo por mi hija. Es por todos los niños y niñas que atraviesan causas de filiación eternas, donde el sistema judicial les da la espalda. Es por los jueces que naturalizan las demoras como si el tiempo no afectara emocionalmente a una infancia. Es por los vacíos legales que permiten que un hombre se burle del sistema durante años sin recibir ninguna sanción".

Y concluye con un pedido claro: "¿Dónde está el juez Cappa? ¿Qué más necesita para restituir los derechos vulnerados de una niña? El reconocimiento de un hijo no es opcional. Es una obligación legal, ética y humana. Y es una deuda judicial que la infancia argentina no puede seguir pagando". (El Diario Nuevo Día)

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