Desgarrador relato de una vecina que vive un calvario con su ex: "Me puso una pistola en la cabeza y la Justicia no hace nada: no quiero ser otra muerta más"
Elizabeth Arroyo denuncia años de violencia y hostigamiento por parte de su ex pareja. Pese a múltiples denuncias y medidas judiciales, vive con miedo y desesperación, enfrentando además la indiferencia de un sistema que parece no escuchar su pedido de ayuda.
Elizabeth Arroyo tiene 46 años y lleva 17 viviendo en Río Gallegos. Desde hace diez años enfrenta un calvario que parece no tener fin: hostigamiento, violencia física y psicológica por parte de su ex pareja. Su historia, marcada por el desamparo institucional y la impotencia, es un llamado de alerta.
Un pasado de violencia que nunca terminó
"Por años aguanté golpes", comienza narrando Elizabeth con una mezcla de angustia y resignación en Radio Nuevo Día. Las primeras denuncias quedaron en la nada, mientras los médicos calificaban sus heridas como "lesiones leves". Pero la violencia escaló. Su ex esposo llegó a apuñalarla, y tras un período en prisión, siguió acosándola una vez liberado.
"Intenté todo, incluso volver con él como amigos para que me dejara de molestar. No me avergüenza decirlo, lo hice por miedo", confiesa. Sin embargo, ni siquiera esa medida desesperada logró detener el tormento. Él rompió los vidrios de su casa, obligándola a mudarse, pero las agresiones continuaron.
Las denuncias y un sistema que no responde
El hostigamiento tomó un giro aún más peligroso cuando, según Elizabeth, su ex pareja la interceptó en la calle y le puso una pistola en la cabeza. "Hice la denuncia en la Comisaría de la Mujer, pero quedó en la nada", relata con frustración.
La historia se repite: trámites burocráticos, turnos de psicología para meses después, promesas de protección que llegan tarde. En mayo le otorgaron un dispositivo dual de alerta, pero fue retirado en agosto sin que las amenazas cesaran.
"Tengo vídeos de cuando viene a mi casa, queriendo abrir la puerta y tocándose la cintura. Llamo al 911 y no vienen. Me dicen que me acerque a la comisaría, ¿cómo voy a hacerlo si está afuera de mi casa?", se pregunta con desesperación.
Un sistema que la revictimiza
Lo que más duele a Elizabeth es la falta de empatía y respuesta de las autoridades. Relata cómo, tras denunciar un intento de atropello, le preguntaron en la Oficina de Violencia Doméstica por qué no la había atropellado. "Siento que no entienden mi miedo. Perdí dos trabajos por esta situación y estoy encerrada mientras él sigue con su vida normal".
En septiembre, su causa fue archivada bajo el argumento de que su agresor estaba siendo asistido por el Ministerio de Igualdad. Pero Elizabeth continúa recibiendo amenazas. Ha recurrido al Juzgado N°2 y a la Fiscalía, donde le dijeron que no podía presentar nuevas denuncias porque ya existían anteriores.
Un pedido desesperado: justicia y protección
Hoy, Elizabeth vive sin trabajo, sometida a un tratamiento psicológico y con el temor constante de que su historia termine de la peor manera. "Estoy pidiendo ayuda. No quiero ser otra muerta más", suplica.
Su caso, como el de tantas otras mujeres, es un llamado urgente a las autoridades y a la sociedad para no mirar hacia otro lado. Elizabeth no pide compasión, pide justicia y protección. Porque, como ella misma dice, "no tengo vida. Tengo mucha desesperación". (Diario Nuevo Día)