Historias de Patagonia: Crimen pasional en San Julián
“Así que la mató y luego intentó suicidarse…? Típico de estos episodios de crimen pasional, pero eso no va a modificar sustancialmente la sentencia”. El juez federal Ismael Viñas camina de una punta a la otra en el hall de ingreso al edificio judicial.
*Mario Novack
Un crimen violento como muchos de los cometidos hace pocos años han acostumbrado a funcionarios judiciales y policiales. Pero este es particularmente violento y estremece a la comunidad de San Julián.
Era un 26 de noviembre de 1924 en la pequeña localidad , cuando los vecinos se enteraron del trágico desenlace. “Yo sabía que esto iba a terminar así”, dice con suficiencia la española Amparo Morillo, amiga de la víctima.
“La mujer asesinada es Florentina Coto de Rodríguez y su victimario es Emilio Rodriguez” aclara el comisario Juan José Albornoz jefe de la Policía del Territorio Nacional de Santa Cruz de penoso recuerdo en esos lugares a partir de su actuación previa y posterior en las huelgas del 20 y 21, aquellas que terminaron en masacre de peones y campañistas.
“Buenas tardes comisario” dice con marcado desdén el juez Viñas a quien el jefe policial no le cae nada simpático. Es que el caso es por demás simple. Crimen pasional seguido de intento de suicidio.
“Tomele declaración a los testigos” ordena el magistrado y remita pronto las actuaciones a mi juzgado”. La tarde cae en la aldea que por entonces tiene unos 600 habitantes estables a los que se suman los llegados en la temporada de esquila.
Nacida a partir de la dinámica ganadera San Julián recibió las más diversas corrientes migratorias. Malvinenses, británicos, alemanes, españoles, italianos y también compatriotas que arribaron de diversos lugares de nuestro país.
El juez Viñas decide caminar sobre la costa de la bahía observando el paisaje marítimo. Recuerda en el periplo las huelgas recientes con su saldo funesto de víctimas, entre las que se cuenta el líder de los peones en la zona central, un socialista llamado Albino Arguelles.
Tan enfrascado está en sus pensamientos que apenas advierte la voz de una mujer que lo llama. “Señor juez” dice ella con marcado acento extranjero, tengo algo para aportar”. El juez se detiene a observar a esa joven alta de piel clara y ojos intensamente celestes.
“Dígame nomás de que se trata. De que trabaja usted pregunta intrigado el magistrado. “Soy prostituta” responde sin inmutarse la mujer. “por necesidad tuve que hacer esto cuando vine de Alemania como institutriz y acá me abandonaron. No quise volver a Europa y aquí me ve ejerciendo el oficio más antiguo de la humanidad”.
Las mujeres que han observado la escena se arremolinan y cuchichean en voz baja “ han visto..? la emperatriz de San Julián, esa desvergonzada hablando con el juez, quien sabe que le estará diciendo…?. Esa mujer, esa tal Berta seguro que algo sabe”, dicen las comadres.
“Señor juez, me presento soy Berta Freytag, natural de Alemania y hace más de un año que vivo aquí y le comento que por amigos de Emilio Rodriguez yo sé que el hombre estaba apasionado por su cuñada. Dicen que tenía un enamoramiento enfermizo y aparentemente todo terminó de la peor manera”. Después de escucharla el juez agradece su aporte y le añade que seguirán en contacto por si surgen elementos para añadir a la causa.
Los testigos van desfilando y la ronda de declaraciones se prolonga hasta el día siguiente. Al momento de partir de regreso a la capital del Territorio el doctor Ismael Viñas ya casi tiene una convicción de la pena a aplicar con los elementos aún frescos después de la jornada de declaraciones de testigos, algunos obligados y otros espontáneos.
Después de varios días atendiendo otras cuestiones y una vez producida el alta del homicida el juez Ismael Viñas tiene la sentencia: diecisiete años de prisión. Al notificar al abogado defensor del condenado éste le anticipa que apelará la sentencia. “Está en todo su derecho” responde cortante el juez Viñas.
Siguen luego las instancias de apelación, primero en la Cámara y luego en la Corte Suprema de Justicia de la Nación. “ Que tenemos aquí ?” pregunta el doctor Roberto Repetto, integrante de la Corte Suprema.
Miguel María Laurencena también miembro responde “es un caso de crimen pasional, entre cuñados. Vino de la Cámara de La Plata porque apelaron la sentencia, asíque estudiaremos los argumentos”.
El último en arribar al plenario es su presidente doctor Ramón Méndez, quien bromea en torno a su inminente retiro. “Muchachos tratemos de resolverlo rápido, tengan en cuenta que dentro de poco tiempo me jubilo, solo me faltan dos meses”.
El juez Repetto se anticipa y dice “el tema es claro, es homicidio simple. El hombre la asesinó a puñaladas y luego quiso suicidarse. La defensa dice que “la reacción fue provocada por una ofensa de la mujer ante la propuesta amorosa”. Es imposible de saberlo”.
Luego de debatir ampliamente la cuestión a fallar, los jueces de la Corte Suprema expresaron con esta argumentación la sentencia para el homicida Emilio Rodriguez.
“No encontramos ante un crimen pasional, de esos que a diario llenan las crónicas policiales. Un hombre que no pudiendo satisfacer sus deseos respecto de una mujer se enciende en ira y la mata, pretendiendo cubrir su crimen con la propia muerte.
“Que en estos hechos no es posibles computar agravantes de premeditaciones y alevosías, ni de abuso de sexo, ya que la clasificación de pasional es excluyente de aquellos y da al crimen una clasificación neta e inconfundible. No se trata tampoco de delitos cometidos en estado de emoción violenta, no; estos son cometidos en momentos de emociones instantáneas que engendran reacciones inmediatas y los otros, como los premeditados, son el fruto malsano de un proceso lento que se elabora en el espíritu del individuo, constituyendo así un estado latente, pasional, que tiene su estallido solo cuando la educación y la voluntad son inferiores al instinto” .
Sin embargo, la sentencia conocida el 25 de marzo de 1927, fue reducida a 12 años de reclusión, tal como anteriormente lo había decidido la Camara de Apelaciones de la ciudad de La Plata que modificara los 17 años originalmente aplicados por el juez Viñas.
A pocos días de conocido el pronunciamiento de la Corte, el juez Viñas se traslada a San Julián para notificar a los familiares de Florentina Coto, acerca de la pena impuesta a su victimario Emilio Rodríguez.
Antes de abandonar la localidad una mujer aguarda para saludarlo. Viñas reconoce inmediatamente los rasgos y la personalidad de su interlocutora. Se trata de la emperatriz de San Julián. “Me alegra que haya servido lo que le dije en su momento sobre este asesinato” comenta la mujer alemana. De alguna manera se hizo justicia.” Ismael Viñas, juez federal de Santa Cruz asiente en silencio. Saluda y emprende su retorno a la capital
Años más tarde, en 1930, cuando ya retirado y residiendo en la ciudad de Buenos Aires, el letrado recibe los ejemplares del diario “La Verdad” de Puerto San Julián una noticia lo estremece. “Matan a Berta Feeytag meretriz alemana radicada en esta localidad”.
El doctor Ismael Viñas rememora los episodios del homicidio familiar de Rodriguez y se pregunta quien habrá sido el victimario. Solo años más tarde se conoció que quien asesinara a la “emperatriz de San Julián” había sido el comisario del pueblo con quien mantenía una relación sentimental.