Historias De Patagonia: La otra orilla
Una costa acantilada con sus puntas, playas y bahías protegida por balizas que guían y marcan el rumbo de los navegantes. Se trata de la otra orilla, la que observamos desde el lado sur de la ría.
* Mario Novack
Cuenta la historia que se llamó Río Gallegos al ser avistado por el piloto Basko Gallego, integrante de la expedición de Hernando de Magallanes, aquella que diera la vuelta al mundo descubriendo el paso entre los dos océanos, en ese año de 1.520.
Pero la confirmación de su denominación aparecerá seis años después, cuando en una chalupa los integrantes de la expedición de García Jofré de Loayza ingresaron al Río Gallegos, confundiéndolo con el estrecho. Seguramente les habrían brotado los recuerdos al artillero Roldán quien junto al tesorero Bustamante estuvieron en la escuadra de Magallanes recorriendo estos lugares.
Luego de navegar durante casi todo el día por el río llegaron al convencimiento que habían equivocado el curso de agua. El domingo 14 de enero de 1526 Juan Sebastián Elcano mandó dar la vela en el estuario del río, al que las cartas del Depósito Hidrográfico de Madrid ya denominaban Río Gallegos. Fue un error que cometieron muchos otros después de él.
Esa confusión se repetirá durante expediciones posteriores que resultaron emblemáticas para la historia de nuestro lugar. Una de ellas, por su importancia en la colonización de Argentina y Sudamérica fue la expedición de León Pancaldo, en 1.537.
Precisamente un 30 de noviembre de ese año se produce el naufragio de la Nao Concepción en la boca del río, a la altura de Punta Loyola. Nuevamente la confusión condenó a Juan Pedro de Vivaldo, el otro comandante de la expedición comercial que se dirigía al Alto Perú, cargada de ropas, armas, encurtidos, calzado, vino y armas de la más alta calidad.
Pancaldo conocía el itinerario, pues había sido quien llevara el “Roteiro” – libro de ruta - en la expedición magallánica, a bordo de la Nao Trinidad que comandaba el jefe de la escuadra, Hernando de Magallanes.
El naufragio de la Concepción, obligó a la restante Nao a trasbordar su dotación y carga, duplicándose los 30 tripulantes convertidos ahora en 60 italianos rumbo a la Santa María del Buen Ayre, la de Pedro de Mendoza.
El fracaso fundacional de Buenos Aires, obligó al desplazamiento de los “náufragos del Río Gallegos” a Asunción del Paraguay donde finalmente se afincaron dedicándose al comercio y algunos declarados nobles con el paso del tiempo. Ese naufragio puso a Río Gallegos en los mapas del mundo, mencionándose concretamente el topónimo del río.
Un descendiente de Bautista Troche, náufrago de la expedición derrotó a Manuel Belgrano en la batalla de Tacuarí, en el Paraguay. En efecto, el capitán Mauricio José Troche es considerado uno de los cuatro padres de la independencia “guaraní”.
Y desde los acantilados, cañadones y la meseta los habitantes originarios tuvieron contacto con los colonizadores. Existen numerosos testimonios de ello, desde la primera expedición, la de Hernando de Magallanes, hasta las que con posterioridad se allegaran a estas tierras.
Más acá en el tiempo un francés llamado Celestino Bousquet fundaba para Chile el Fuerte Gallegos el 18 de febrero de 1873, asentamiento que fue rápidamente abandonado luego de los reclamos diplomáticos que en forma enérgica el entonces presidente Domingo Faustino Sarmiento cursara al gobierno trasandino.
Bousquet era todo un personaje, había sido desterrado de Francia luego de participar en la rebelión de los “comuneros”, un desafío de ensayo socialista que fue sofocado entre barbarie y traiciones.
Luego fue ganadero argentino y baqueano del entonces gobernador Ramón Lista, extendiendo sus posesiones de tierra en otras parcelas, dentro y fuera de nuestro país. Llegó a tener, también, propiedades en la Isla de Tierra del Fuego, en la parte chilena.
Junto a él aparecieron otros franceses, algunos de antiguo arraigo en la zona de Comandante Luis Piedrabuena, como Augusto Guillaume. La otra orilla tiene la historia del desarrollo ganadero y el sacrificio de los inmigrantes, malvineros como William Halliday, Juan Rudd y Herbert Felton o españoles como Victoriano Rivera, José y Pedro Montes.
Precisamente quedan para la posteridad las ruinas de lo que fuera el “Palacio Rivera” o “Villa Victoria”, construido a principios del siglo pasado en la dorada época del “oro blanco”, como se hacía llamar a la lana.
La construcción finalizó en el año 1906 siendo sin dudas el más destacado en nuestra zona. Victoriano Rivera estaba casado con la chilota Fructuosa Mansilla y luego de varios años de trabajo decide volver a su España natal, en la intención de vivir de rentas los últimos tiempos de su vida, con el producido de la sociedad, de las varias estancias que poseía.
Lamentablemente, años después la sociedad se declara en quiebra y quedan sus descendientes con pocas propiedades, algunas de ellas en el vecino Chile, donde la figura de uno de sus hijos José María Rivera Mancilla es conocida por el trato de explotación y abuso de sus peones, a lo que se sumaban los exorbitantes precios de la pulpería que mantenía en la estancia.
El río de por medio separa otra de las compras que hiciera Victoriano Rivera, esta es la del buque Marjory Glenn, naufragado en septiembre de 1911, con el que pretendía hacer un puente para cruzar el Río Gallegos.
En una coincidencia histórica, ambos bienes fueron utilizados como blancos de práctica por la Fuerza Aérea Argentina, en los meses previos al conflicto de Malvinas en 1982. El testimonio de los impactos en las paredes del Palacio y el buque resultan visibles otorgándole una carga dramática.
Cercana se ubica la Isla Deseada, de aproximadamente 18 hectáreas de superficie y poseedora de una numerosa fauna en su interior. Allí nidifican diez especies de aves marinas, donde anidan más de 20.000 parejas. Entre éstas se destacan los pingüinos de Magallanes quienes ubican sus nidos en la zona de vegetación más densa aunque también hacen algunos nidos de tipo cueva o bajo arbustos en distintos lugares de la isla.