No es lo mismo, pero se parece
Tal como ocurriera en 2007, Santa Cruz vuelve a verse convulsionada en un año electoral. Pasó un paro petrolero, se vive uno minero, se destaparon “relaciones peligrosas” y hay conflictos interminables que afectan la salud y la educación. Los gremios vuelven a plantarse ante un gobernador que defiende su gestión con lo que tiene, preocupado por el desenlace.
Tal como ocurriera en 2007, los dolores de cabeza para el Gobierno provincial comenzaron muy temprano, con la apertura de paritarias para llevar adelante una discusión salarial que aún continúa con el sector docente y trabajadores de la salud ligados a la Asociación de Trabajadores del Estado.
Pero en medio de ese conflicto salarial, se sumaron otros tantos que encendieron la luz de alarma en la previa de unas elecciones en las que el oficialismo no la tiene para nada fácil. En unas elecciones en las que cada voto valdrá oro.
A las diferencias entre ADOSAC y ATE con el Gobierno provincial, se sumó el triste capítulo que tuvo a integrantes de la UOCRA golpeando ferozmente a manifestantes en la ruta N°40 y eso terminó de transformar el conflicto salarial en uno también social, porque quedó en evidencia la peligrosa relación que el gobernador Peralta había afianzado meses atrás con el gremio de la construcción como “guardia imperial”, lo que finalmente le jugó muy en contra.
Al final, todo terminaría con la rápida salida de García y un pedido de justicia que no avanzó lo que se esperaba en la Justicia.
Pero los problemas no terminaron ahí, porque en medio de todo eso surgió un paro petrolero y casi sin darse cuenta, Santa Cruz se encontró con un panorama complicado, con la imagen del gobernador desdibujada por su relación con la UOCRA (aunque intentaron despegarlo de la situación lo máximo posible) y con un conflicto petrolero que terminaría por generar pérdidas superiores a los 100 millones de pesos.
Cuando apenas pasaba el revuelo por las internas y el paro petrolero, y mientras los gremios volvían a reunirse con el fin de plantarse firmemente ante el Estado, surgía un paro en el sector minero que también paralizaba parcialmente la actividad y con peligro de hacerlo totalmente.
Para ese entonces, la provincia ya estaba convulsionada y el gobernador siendo consciente de la importancia de cada acontecimiento para su intención de reelección.
Quizás por eso este año le presta atención a cada detalle, a cada publicación, como nunca. Justo en la interminable época de la revolución digital, de las nuevas tecnologías que permiten el continuo progreso de medios de comunicación alternativos y redes sociales, en las que el Gobierno no puede “negociar la verdad”.
Las redes sociales también juegan como nunca y a tanto llegó la cosa que el gobernador hasta salió a desmentir rumores de renuncia que nadie había publicado ni anunciado, al parecer en un error involuntario de su “entorno periodístico”.
Mientras los conflictos comenzaban, terminaban o se profundizaban según el sector trabajador en cuestión, la oposición optaba por el repudio, sin aportar análisis realmente interesantes sobre un momento tan delicado.
Ni hablar de los legisladores de la provincia que, salvo un par de excepciones, a la hora de reflexionar o debatir, no fueron más allá de lo mediático y hasta llegaron a optar por la visita de Los Cafres a la capital de Santa Cruz.
Con el paso del tiempo, los conflictos se “comieron” a dirigentes como Carlos García y el “Chaco” Segovia, sin contar a otros de menor calibre, pero cierta participación en la historia reciente de sus respectivos gremios.
Sin embargo, el conflicto entre los gremios y el Gobierno vuelve a robarse todas las miradas, porque pasa el tiempo y el acuerdo no llega, afectando esto a la salud y la educación.
Es verdad que no es lo mismo que en el 2007, pero por momentos se parece. Y si esta vez no es lo mismo es porque el apoyo a los docentes no es igual. Esta vez no habrán marchas de más de 10 mil personas ni un “pueblo” cas completo pidiendo la renuncia del gobernador.
Esta vez el pueblo se divide entre quienes luchan por lo que creen que merecen, los que apoyan esa lucha y los que no, sin contar a quienes juegan para un lado o para el otro según sus conveniencias en un año político que arde, aunque recién comienza.
Aún sabiendo que el apoyo popular no es el del pasado, los gremios decidieron reunirse como aquella vez y ser tan duros en su crítica como en aquel tiempo.
Es cierto que todo tiene un final y que los conflictos deberán terminar en lo inmediato para bien de todos. Pero también es cierto que todo ocurre en el contexto de un año electoral complicado, en el que parece que el gobernador deberá sudar mucho más de lo esperado para llegar en las condiciones que pretendía a los comicios.
Quienes conocen de estas “guerras políticas” saben que estas batallas terminarán, pero que otras tantas se librarán en meses en los que la tensión política se irá magnificando.
Por el momento, en cuatro meses pasó de todo: volvieron las marchas, los paros interminables, las golpizas, las famosas desmentidas políticas y el debate público sobre lo correcto, tal como ocurrió cuatro años atrás, y cuando esto recién comienza. Es cierto que no es lo mismo, pero se parece. (EDND)