Luto

Falleció a sus 93 años el actor Pepe Soriano

El actor Jósé Carlos "Pepe" Soriano murió, a los 93 años. Así lo comunicó el teatro Multiteatro en sus redes.

Podría tratarse del cine, aquellos protagónicos inolvidables en “La patagonia rebelde” como el alemán Schulz -una película que marcó época- o como Lisandro De la Torre en “Asesinato en el Senado de la Nación”. Podría tratarse de sus incursiones en tv, o hasta en la comedia musical. Y podría tratarse, fundamentalmente, del teatro, allí donde comenzó de tan joven y donde, más allá de los 90 años, seguía aportando su jerarquía, entrega, talento. José “Pepe” Soriano fue un auténtico grande entre los artistas de nuestro país, una condición que no resignó siquiera en los años que decidió emigrar a España -entre el '87 y el '92- y también un luchador por los derechos de sus colegas. Y cómo no revivir entonces su entrañable personaje en “La Nona”, su obra maestra en “El violinista en el tejado”, su recorrido por todo el país con el “Loro Calabrés”. Este último, un unipersonal que realizó durante cuatro décadas, también lo llevó por Latinoamérica y Europa, con la adaptación (“El loro sigue contando”, cuando ya repasaba su vida artística y personal.



“Pepe” nació el 25 de septiembre de 1929 y al volver de aquel exilio español decidió, también, volver a la vieja casona de sus abuelos, en Colegiales. Al borde de los 90 años supo contarle a Silvina Lamazares en nuestro diario: “Mi madre murió muy joven y mi abuela paterna, la abuela Isabel, me ayudó a crecer. Era una contradicción caminando. Porque la veías y era un sargento de Caballería, no conocía el miedo, siempre iba adelante con una energía tremenda. Yo sé que se privaba de comer para que a mi hermana y a mí no nos faltara nada. Era analfabeta, pero muy inteligente. La adoraba, con se rodete tirante que daba miedo”.



La pérdida tan rápida de su madre -cuando él tenía doce años- lo marcó. Pero también lo marcó el barrio. Y el colegió León XIII, de Don Bosco “donde conocí gente hermosa que me ayudó a formar mi escala de valores”. Cursó la primaria en un colegio estatal, pero en el León XIII se vinculó a su primer grupo de amigos, los “chicos exploradores”. En aquella misma entrevista en Clarín recordaba a la familia de la infancia, los amigos, los vecinos, los carnavales, los fideos amasados por la abuela, los juguetes, las películas en el Regio. “A mí el arte me vino de muy pibe. A los 5 años me pusieron a rasguear una guitarra. Algunas noches venían a casa 20 o 30 italianos a cantar, amigos de mis abuelos. Me aprendí todas las canzonetas. Y por otro lado, mi viejo amaba el teatro y llegó a escribir un par de sainetes. El, de alguna manera, fijó en mí esto de la actuación. A los 8 o 9 años ya me llevaba a ver de todo y me movilizaba mucho observar a los actores”.



Cumpliendo un mandato familiar, se anotó luego para seguir los estudios en Abogacía, en la UBA, “pero largué en segundo año”.



Pero en aquel paso por la Facultad de Derecho también comenzó a participar en el teatro universitario. Y su debut fue a lo grande con “Sueño de una noche de verano”, de Shakespeare, en el Colón. Lo convocó Antonio Cunill Cabanillas, director del San Martín. Recordaba Soriano: “Yo no tenía ninguna experiencia en el mundo del escenario como actor profesional, simplemente estaba estudiando. Y nos presentamos con un elenco magnífico, del cual evoco con amor a Osvaldo Miranda, que fue un compañero extraordinario”. Pepe Soriano nunca olvidaría los aplausos de aquella velada.



En 1955, tuvo la oportunidad de dedicarse a la revista, con una buena oferta comercial, pero la descartó para concentrarse en el teatro. Actuó durante varios años para el elenco que Carlos Gorostiza tenía como cooperativa en la calle Chacabuco mientras, al mismo tiempo, subsistía como vendedor de libros y corredor para el frigorífico Montegrande.



Recordaba como un hito su interpretación de Rashomon. “Allí el panorama se empezó a abrir, Kive Staiff hizo una crítica maravillosa sobre mi persona y empezaron a llamarse”. También allí definió su credo como actor de teatro: “Tengo la obligación de brindarme por el espectador, el que pagó una entrada. Me da su afecto y lo necesito”.



El teatro y el cine cimentaron su popularidad. “La Patagonia Rebelde”, por supuesto. También estuvo en “Los gauchos judíos” de Jusid, y “No toquen a la nena”, además de “Asesinato…” (1984) como uno de sus principales papeles. Inclusive, en el 79 llegaría con “La Nona” al cine, bajo la dirección de Héctor Olivera. Y varias décadas después interpretaría en el teatro al icónico personaje creado por “Tito” Cossa. La obra de Soriano en cine abarca más de 50 películas desde sus comienzos en 1955 e incluyen también premiadas obras como “Juan Lamaglia y señora” (1970, que le deparó el Cóndor de Plata), además de títulos que también quedaron entre los más relevantes: “Las venganzas de Beto Sánchez” de aquel primer ciclo y, a partir de los 90, “Funes, un gran amor”, “Una sobra ya pronto serás” y, en tono más de comedia, “Cohen vs. Rossi”. Si en el teatro había comenzado a principios de los 50, fue camino fue incontenible. Aquel “Rashmoon” (1960) que citaba como un hito, también se acompañó por otros clásicos como su personaje de “Tartufo” (68) y hasta la comedia musical, que desechó en un principio y que aceptó mucho más adelante, en el 2000, convocado por Alejandro Romay para “Mi bella dama”.



Se trata de una de las facetas menos conocidas de Soriano, quien durante seis funciones por semana en el Teatro Nacional asumió el papel de Alfred Doolittle, junto a Paola Krum como su hija y Víctor Laplace como el desalmado maestro Higgins.



En el 76, cuando llegó la dictadura y muchos actores tuvieron que tomar el camino del exilio, Soriano se quedó en condiciones muy difíciles. “Lo suyo no es capucha y zanjón, pero no vuelva a trabajar”, le advirtió un conocido con elaciones. Soriano comenzó a recorrer la Argentina con el “Loro calabrés”, donde le contaba a la gente quién era y qué quería. El nombre de la obra se había inspirado en su abuelo -zapatero- que solía “hablar” con su loro, que aprendió a cantar canciones calabresas. “Me presentaba en pueblos chicos, donde no me irían a buscar. Trabaja y me iba”, recordó. “Sentí mucho miedo, sobre todo por mis dos hijos. Volví a Buenos Aires, les dejaba el dinero y me iba, dormía donde podía y me detuvieron tres veces”. Pero realizar “La Nona” le permitió reaparecer en primera línea. “Yo estaba prohibido en los medios, no podía aparecer ni en una foto y un día me llamó el productor Atilio Mentasti y me dijo que ‘te liberaron por seis meses’, vamos a hacer la película con Héctor Olivera”.



Pero Soriano también fue uno de los artífices de “Teatro Abierto”, aquella gran manifestación cultural cuando todavía regía la dictadura y aquellas representaciones eran un canto de resistencia. “En Teatro Abierto se da una suma de sentimientos, había un cierre que nos encontraba de la mano. Fue lo más hermoso que dio el teatro en esas décadas”, contó.



Recién en 1987, con el país ya en democracia, se radicó en España ante una oportunidad de trabajo, pero volvió. “Extrañaba muchísimo”, reconoció. Le costó reinsertarse pero, poco a poco, lo fue logrando. De aquel pasó por España quedó su papel como doble del dictador Francisco Franco en “Espérame en el cielo” (1988), así como un gran éxito en la serie televisiva “Farmacia de guardia”. Por aquella película fue nominado como mejor actor para los premios Goya. Tuvo participación en la celebrada “Los gozos y las sombras” y en la miniserie para televisión sobe Lutero.



Su actividad artística en las últimas décadas no decayó, y también se dio tiempo para promover y presidir SAGAI (Sociedad Argentina de Gestión de Actores Intérpretes), una entidad en defensa de derechos de los actores.



Al borde de los 90, Soriano estaba plenamente activo. Protagonizaba “Rotos de amor” en el Picadilly junto a Víctor Laplace, Gustavo Garzón y Osvaldo Laport. Y poco después, comenzaría la filmación de “Nocturna” junto a Marilú Marini, un thriller psicológico dirigido por Gonzalo Calzada. Fue en aquellos tiempos, cuando Lamazares le consultó (Cuando te mirás en el espejo ¿ves a un tipo de casi 90?), explicó: “¿La verdad, sin cancherear? Me miro al espejo y veo a un tipo lúcido, que tiene mucha vitalidad. Puede tener 60, 90, 43 o 28 años. Hay una cosa clara: la edad cronológica está acá en la cara, en todo el cuerpo. Pero la edad interna mía y capaz no la tiene ni un señor de 40”. Y agregó: “La edad es un tema, pero no le doy bola. No estoy terminado. Lo que quiero ver es cómo se mueve este medio y qué espacio me dan”. Poco después vivió un momento emotivo cuando recibió el premio Astor Piazzolla a la trayectoria durante el Festival de Mar del Plata, a fines del 2021. Allí se proyectó “Nocturna” y Soriano repasó su trayectoria ante una audiencia conmovida.



"La patagonia rebelde"

El año 1974 fue de excepción para el cine argentino, en medio de las convulsiones y la violencia política (el 1° de julio había muerto Juan Domingo Perón antes de cumplir un año de su tercera presidencia, asumía Isabel, la Triple A estaba en plena cacería de “disidentes” y, a la vez, también la izquierda se radicalizaba). Pero aquel fue el año de “La tregua”, de Sergio Renán, la primera película argentina nominada a un Oscar. Y, desde el cine de mayor inserción “política” se estrenaban Quebracho y La Patagonia Rebelde, otras dos películas que hicieron historia.



“Pepe” Soriano tuvo un papel relevante en “La Patagonia”, que dirigió Héctor Olivera y que también protagonizaban otros grandes de la escena nacional: Héctor Alterio, Luis Brandoni, Federico Luppi, Osvaldo Terranova. Era una adaptación del libro “Los vengadores de la Patagonia trágica” de Osvaldo Bayer y allí Soriano representa a uno de los rebeldes de la Patagonia: Schulz, el alemán. Un símbolo de las luchas obreras de principios del siglo pasado.



La película, estrenada el 13 de junio de 1974, reconstruye la represión y los fusilamientos contra los obreros y trabajadores rurales, que se habían sublevado frente a las durísimas condiciones de vida. Y el libro primero, la película después, pusieron el foco en la denuncia de un hecho que, en su tiempo, se había tratado de ocultar. La misma película encontró muchos problemas para estrenarse, ante las presiones de sectores militares y de la derecha política, inclusive desde el gobierno que intentaba ser copado por el lopezrreguismo.



Pero apenas estrenada, con la aprobación del propio Perón en una de sus últimas medidas, también produjo gran repercusión en el Festival de Berlin donde fue premiada con el Oso de Plata. Claro que muerto Perón y con el censor Paulino Tato al frente del Ente de Calificación -cargo que mantuvo durante la dictadura- “La Patagonia Rebelde” fue silenciada, ya no pudo exhibirse por largo tiempo en nuestro país. Recién se reestrenó con el regreso de la democracia, en 1983.



Soriano comentó mucho después que “filmar aquella película fue una alegría profunda, era un trabajo maravilloso, con compañeros estupendos con los que casi no dormíamos, discutiendo el país. Nos quedábamos toda la noche en vela, hablando del país que queríamos”.


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